ALBERTO MARCOS
“Don Vicente era un entrenador que no consentía excusas, era muy cercano al jugador, un hombre de palabra que siempre iba de cara y que se centraba principalmente en fortalecer al grupo. Siempre teníamos que estar juntos, tanto fuera del campo con las cenas obligatorias de los jueves, como dentro del campo. Siempre juntos. Si iba uno, íbamos todos”.
“Su destitución la vivimos en el Hotel El Montico, estábamos concentrados porque al día siguiente teníamos partido y nos acostamos tarde porque alguien puso la radio y nos dijo lo que estaba pasando. Fue una situación muy complicada y aunque intentamos hacerle cambiar de opinión no hubo manera”.
“Recuerdo un partido de Liga en el Camp Nou que sirvió de homenaje a Bakero. Nos metieron seis y estábamos jodidos, recuerdo que nos vio tan dolidos que en vez de echarnos la bronca o darnos una charla simplemente se acerco y nos dijo: ‘Por la chucha, se unieron al homenaje’… Eso te demuestra cómo era y cómo sabía llevar al grupo en cada momento”.
ALBERTO LÓPEZ MORENO
“Era un entrenador muy respetado y muy cercano a los jugadores. A mí me dirigió cuando yo era muy joven y me dejó enseñanzas que siempre recordaré, tanto para el fútbol como para mi vida personal. Era muy motivador y tenía frases que se nos quedaron grabadas como ‘este partido nunca vuelve’ o ‘vienen a robarnos la plata’. Gritaba poco, no le hacía falta para que le escucháramos atentamente. Eso sí, cuando gritaba siempre le asistía la razón y temblaba Zorrilla”.
“Una vez me dijo que yo era un delantero guapo y desde entonces así me sentía yo cuando me ponía un traje y viajaba con el equipo. Me miraba al espejo y decía: ‘si lo dice el míster así será’… Resulta que en su argot chileno-argentino ser un delantero guapo significaba ser un delantero atrevido”.
LUIS MIGUEL GAÍL
“Era un gran motivador, hacía sentir realmente importantes a todos los jugadores dentro del grupo. Aparte de su jugador fui ayudante suyo en el Real Valladolid y en el Sporting de Lisboa y compartimos muchas horas de convivencia. Era muy cercano y tenía una gran lucidez mental para absolutamente todo”.
“Es difícil quedarse con solo un momento vivido junto a Don Vicente, pero destacaría sobre todo la personalidad arrolladora que tenía. Entraba al vestuario y se notaba. Esa personalidad se impregnaba en los jugadores”.
JORGE ALONSO
“Destacaría por encima de todo que era un motivador extraordinario y que era muy buena gente. Siempre te hablaba de frente, tanto si lo hacías bien como si lo hacías mal”.
“Al hilo de su excelente capacidad para motivar recuerdo un partido en San Mamés en el que perdíamos al descanso y nos estaban dando un baño. Nos dijo muy seguro que íbamos a ganar y nosotros nos miramos extrañados. En el 90 Aravena marcó en propia puerta el 3-3, si no habríamos ganado. Al cabo de un mes fuimos al Calderón a jugar contra el Atlético de Madrid, un equipazo. Nos convenció de que íbamos a ganar, de que Éramos capaces de hacerlo… Y vencimos 1-4. Era un fenómeno. Te convencía y te hacía creer en ti y correr aún más de lo que podías”.
TORRES GÓMEZ
“Era muy cercano y muy directo, decía las cosas tal y como eran. Desde el punto de vista profesional era un entrenador muy motivador que estaba convencido de que su equipo no era inferior a ninguno y eso provocaba que el grupo creciese y consiguiese buenos resultados.
“En muchas ocasiones, para relajar el ambiente, era muy bromista con los jugadores. Recuerdo cómo se metía, siempre con mucho cariño, con Álvaro Gutiérrez o con Julio César, a quien le decía que parecía un modelo”.
VÍCTOR
“Estuve a sus órdenes en dos etapas, en el Tenerife y en el Real Valladolid. En la isla las cosas no iban bien deportivamente y estaba más triste, pero en Valladolid pude conocerle como realmente era: una persona cercana, alegre y muy del futbolista. Fue don Vicente el encargado de traerme a Valladolid y sobre todo destacaría lo motivador que era, se tiraba muchos minutos hablando con cada jugador antes de cada partido y hacía que dieras lo mejor de ti”.
“Recuerdo cómo me motivaba, cómo creía en mí. Por ejemplo, recuerdo que el Atlético de Madrid acababa de fichar a Vieri por una barbaridad de dinero y me decía: ‘Enano, ¿si el italiano vale eso cuánto dinero vales tú? Eres el mejor, el mejor’. Me daba mucho cariño”.
FERNANDO REDONDO
“Cantatore era una persona muy sensata, muy centrada, muy equilibrada, preclaro en todo lo que decía y hacía. Era un buen entrenador y, sobre todo, un buen gestor de grupos.Era un psicólogo espectacular y, como entrenador, los equipos de Cantatore siempre tenían su sello: no deslumbraban siempre, pero no defraudaban nunca; nunca se descomponían”.
“Yo conocí a Vicente Cantatore en sus dos etapas y tengo muchas anécdotas de él y con él. La más conocida es cuando vio jugar a Fernando Hierro por primera vez en un entrenamiento y le deslumbró”.
“Recuerdo también cuando después de ver varios vídeos de un delantero sudamericano que nos habían ofrecido me dijo lo siguiente: “Este tipo es como el protagonista de una película: guapo, atleta y con la pistola siempre cargada. ¡Pero no dispara nunca! ¿¡Para qué quiere las balas!?”
Pero siempre recordaré con especial cariño cuando hablé con él nada más llegar en segunda etapa, cuando nos acababan de destituir a Rafa Benítez como entrenador y a mí como secretario técnico. Como gran psicólogo que era, me quiso animar y lo consiguió porque sus palabras nunca se me olvidarán: “Son cosas del fútbol, Fernando. Vos conseguiste el único título para un club chico como Valladolid. No estés triste”.
JANKO JANKOVIC
Tengo los mejores recuerdos de Vicente Cantatore. Era un señor de los pies a la cabeza. Tenía mucho respeto por el fútbol, por los futbolistas y por todos aquellos que formaban parte de este mundo: desde el presidente al utillero. Como entrenador, sabía mucho de fútbol y entendía muy bien el fútbol. Pero, sobre todo, me queda el recuerdo de su comportamiento y saber estar.
Yo tiraba bien penaltis. Al final de la Liga 88/89, la temporada en la que coincidí con Vicente Cantatore, jugamos en San Mamés. Cuando estábamos en el vestuario antes de empezar dijo a todos: “No sé si Janko va a jugar bien o mal, pero si hay un penalti, pueden estar tranquilos. Lo tira él porque lo va a marcar”. Efectivamente, hubo un penalti. Lo tiré, ¡lo fallé! y perdimos 2-0
MIGUEL ÁNGEL PÉREZ HERRÁN
Vicente Cantatore era un entrenador que se hacía con los equipos de forma muy fácil. Tenía las ideas muy claras y sabía transmitirlas. Sabía lo que tenía entre manos y a dónde quería llegar. Con él, los vestuarios siempre eran una piña y todos estaban contentos, algo que es muy difícil.
RAMÓN MARTÍNEZ
Para mí los cuatro hitos deportivos de mayor importancia y trascendencia en la vida del Real Valladolid de las seis últimas décadas han sido la Operación Saso, el cuarto puesto de la temporada 1962-63, la conquista de la Copa de la Liga y la llegada de Vicente Cantatore.
Decir que Cantatore fue el más grande o el mejor sería poco original. Eso es simplista. Ahora bien, existen los datos, eso sí. Aquí fue un innovador. Con él se pasó de marcar al hombre a hacerlo en zona en una pretemporada, sin ningún trauma. Introdujo una variante en el medio campo, ubicando a Minguela de cabeza de área al estilo sudamericano con gran éxito, consolidó el equipo en primera, dio confianza a la cantera, un año nos salvó del descenso consiguiendo 30 puntos en 18 encuentros, cuando en los 24 anteriores se habían logrado 17, jugó una final de la Copa del Rey, nos clasificó dos veces para una competición europea y es el entrenador que más partidos oficiales ha dirigido al Real Valladolid en los casi 90 años de historia del club: 199… ¿Hay quien dé más?
Era un motivador. Los jugadores saltaban al campo sin complejos; les convencía de que eran los mejores, independientemente de quienes fueran los rivales. “Los contrarios de hoy son como vosotros, no han estudiado fútbol en ninguna universidad”, les solía decir. Mejoró a todos los futbolistas a los que entrenó. Sabía transmitir lo que pensaba y lo hacía de forma simple, como los sabios.
Fuera del trabajo era sencillo, tranquilo, ocurrente y cordial. Siempre le consideré mi amigo y me consta que este sentimiento era recíproco. Si alguna vez tuvimos alguna diferencia es algo que nos pertenece a él y a mí.
Podría recordar mil anécdotas de Cantatore. Un día, en una visita que realicé a la concentración de Suances, Manolo Hierro me pidió si podía traer a un hermano suyo a probar en el tercera. Concretamos que viniera el 31 de julio, pues al día siguiente comenzaba la preparación el Promesas. Fui con Cantatore a la presentación. Antonio Santos, el técnico, ordenó un partidillo a lo ancho del campo. Serían como 15 contra 15. A los diez minutos me preguntó:
“¿Quién es ese “lungo”?” (a Vicente le gustaba emplear palabras del lunfardo).
Le contesté: “Es el hermano de Manolo Hierro. Viene a prueba”.
Y me dice: “Ese, este año juega conmigo en Primera”.
Me quedé perplejo. A los diez minutos de un partido de 15 contra 15 a lo ancho del campo, sacó la conclusión de que Fernando, que venía a prueba para el filial, iba a jugar ese año en el primer equipo. Cumplió su palabra. En el estreno de la Liga lo llevó al banquillo del Molinón. En la sexta jornada le hizo debutar en Zorrilla contra el Español y no lo quitó más.
Fernando siempre dice que los conocimientos futbolísticos que adquirió en los dos años en los que le dirigió fueron fundamentales para su futuro.
Tengo el placer de escribir estas líneas para contribuir, con mi granito de arena, a que Vicente Cantatore sea más conocido y valorado por las nuevas generaciones que quieren al Real Valladolid, por lo mucho que aportó al club, a los jugadores que entrenó y a todos los que convivimos con él.
MAURO RAVNIC
Yo vine en el 88 y me encontré a un Vicente Cantatore que era una persona exquisita, tranquila, que sabía mucho de fútbol. Era un entrenador que te daba mucha confianza y que transmitía tranquilidad y sabiduría. Tenía el poso de esas personas que han vivido mucho. Recuerdo con mucho cariño a Vicente Cantatore y mi etapa en Valladolid.
ÁNGEL LOZANO
Cantatore era un entrenador cercano al futbolista, un gran psicólogo, que te hacía sentir importante aunque no jugaras como fue mi caso, porque tenía por delante a Ravnic. Te hablaba y le escuchabas; te creías lo que estaba diciendo. No era de aspavientos ni gritos, pero le escuchabas con atención. Además, era un entrenador que sacaba el máximo rendimiento a los equipos. Su estilo era defensivo, pero buscaba el contraataque para hacer daño al equipo contrario.
Al final de cada temporada teníamos la típica cena de equipo para despedirnos y desearnos buenas vacaciones. En mi primer año yo había jugado muy poco, pero no olvidaré nunca como Vicente Cantatore, ante todos mis compañeros, me puso como ejemplo de profesional por el trabajo y la constancia, aunque no había jugado. Fueron unas palabras que me llenaron de satisfacción y que hoy sigo poniendo de ejemplo a los jóvenes. Aquella anécdota es ilustrativa de cómo era Cantatore: un motivador por encima de todo.
RAMÓN GONZÁLEZ EXPÓSITO
Era un gran motivador. Entrenabas a tope y salías al partido convencido de que ibas a ganar. Más allá de cuestiones tácticas, es lo que más destaco de Vicente Cantatore. Cuando él llegó en el 95 el equipo estaba muy hundido y con él cambió la dinámica totalmente, hizo que la gente creyera él y acabamos la temporada salvándonos y muy bien. Y esa misma dinámica se continuó el año siguiente hasta meternos en la UEFA. Cantatore iba de frente al futbolista y eso siempre se agradece.
ARAMAYO
Creo que puedo decir que ha sido el entrenador número 1 de todos los que he conocido en el Real Valladolid, y han sido unos cuantos. En su primer día en Valladolid comimos juntos y me dio su confianza: ‘Pibe, si vienes con respeto a explicarme cómo ves las cosas en el equipo, cómo ves a tal o a cual jugador yo te escucharé, como escucho a todos”. Era una persona muy cercana y nos teníamos una gran estima.
Recuerdo una vez que fuimos a jugar a Tenerife. Él dirigía a los isleños y estaba charlando sobre el césped con Espárrago antes del partido. Me acerqué a saludar y le dijo: ‘Me tenías que haber preguntado en quién podías confiar antes de firmar por el Real Valladolid’. Una anécdota que me enorgullece por venir esas palabras de alguien como Vicente y que demuestra la buena relación que teníamos.
PEPE MORÉ
Desde su llegada al Real Valladolid, Vicente consiguió aportar al equipo la suficiente confianza en los jugadores para desarrollar un juego de buen trato con el balón ante cualquier rival. Sus charlas técnicas con la plantilla no eran de mucha duración, pero su poder de seducción y su facilidad de conectar con los jugadores a través de explicaciones sencillas pero muy claras nos llevaron a conseguir excelentes resultados. También tuvimos que afrontar resultados que no nos fueron favorables, pero no recuerdo por su parte ninguna palabra más alta que otra. Personalmente, siempre le agradeceré que al final de mi carrera como jugador me ofreciera seguir en el fútbol a su lado como ayudante.
MINGUELA
La primera vez que hablé con Cantatore, me hizo sentir el jugador más importante del equipo. Tenía la facilidad de llegar a los jugadores y era capaz de convencerlos de que todos eran importantes. Me imagino que lo que me dijo a mí se lo diría a los demás jugadores, y esa fórmula le funcionó. Era una de las personas más sensatas que he conocido en el mundo del fútbol, capaz de sacar el máximo rendimiento a cada jugador a través de la motivación. Para mí ha sido el mejor entrenador que he tenido y con el que mejor me he encontrado. Su primera etapa fue de las mejores del Real Valladolid. Nos hacía ver que nosotros podíamos escribir la historia del club con nuestro esfuerzo y que debajo de la camiseta de los contrarios se escondía un jugador como nosotros.
Podría contar muchas anécdotas con Cantatore. Siempre recuerdo lo que les dijo a los periodistas lo que les dijo en la rueda de prensa en Mestalla después de perder 3-2: “Al final de la primera mitad marramos un penal, que si hubiéramos finiquitado hubiera sido lapidario para el rival «.
Y en Gijón, en el descanso, nos dijo a los jugadores. “Cámbiense los toperoles para que no se resbalen». Se refería a los tacos de las botas…
J.A. TORRECILLA
Vicente Cantatore era como un padre los jugadores jóvenes. A mí me dio la oportunidad de jugar con el primer equipo y desde ese día ya fui titular indiscutible. Daba mucha cancha a los jóvenes, confiaba en nosotros, nos espoleaba y nos potenciaba. Como entrenador, llegaba muy fácil al jugador, le quitaba presión y le daba confianza. Apostaba por el jugador y se lo hacía ver. Futbolísticamente, introdujo en el Real Valladolid la figura del carrilero, que hasta aquel momento no era muy conocido y que a jugadores como yo o como Juan Carlos nos enseñó a interpretar.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ MORENO
Don Vicente fue mi mentor, mi padre deportivo. Si no hubiera estado él estoy seguro de que no habríamos salido tantos chavales jóvenes. Siempre tuvimos una relación de mucho respeto en las dos etapas en las que coincidimos en el Real Valladolid, aunque fue en la segunda en la que tuvimos un trato aún más estrecho. Yo era el capitán y vivíamos puerta con puerta.
Era capaz de crear un ambiente magnífico en el vestuario y en los entrenamientos, y eso se notaba en los partidos. Sacaba lo mejor de nosotros, siempre estaba atento a todo lo que ocurría y siempre era honesto con el futbolista.
Hay muchas anécdotas, como las vividas en pretemporada en Cabeza de Manzaneda o como el hecho de que instaurara una cena obligatoria
todos los jueves que aún mantenemos los veteranos a día de hoy. Luego llegaba el viernes y era capaz de tener mano izquierda, era permisivo con todo lo que eso tenía de virtud para el equipo. Un entrenador y una persona muy especial, sin ninguna duda.
Tampoco olvidaré la noche de su destitución y el día posterior, en el que fui a su casa con otros compañeros para tratar de convencerle para que se quedara con nosotros. Estaba muy sereno y entero, entendía que la situación era irreconducible. Fiel a como era, nos animó y nos motivó para que saliéramos a por todas en el partido y para que nos dedicáramos a jugar, que era lo que mejor sabíamos hacer. Todo aquello fue una gran
estupidez, una decepción para el vestuario.
SANTAMARÍA
Vaya por delante que cualquier reconocimiento que se tenga con Vicente Cantatore me parecerá insuficiente. Su recuerdo ocupa un rincón especial en mi corazón y siempre me invade la impresión de deberle algo más.
Para mí, don Vicente no es un entrenador. Él es un maestro que transmite su sabiduría, que transmite su sensibilidad y lo hace utilizando el fútbol como vía. Conmigo, Cantatore no se preocupaba por el futbolista, se preocupaba por la persona. Él quería que yo fuera feliz y lo consiguió.
Cuando me hablaba, lo hacía mirando a los ojos, con sinceridad y respeto, sin rodeos. Me ayudaba a reflexionar desde la calma en los momentos difíciles. Era cariñoso. Y si él se lo proponía, me sacaba una sonrisa.
No aprendí mucha táctica ¡Ni falta que hacía! Jugábamos partido, rondo, pachanga…